Por ahí, donde muchos no miran, hay manos increíbles y llenas de magia obrando pequeños milagros cada día.
Esas manos son la extensión del saber, de muchos años de estudio, de prácticas, de trabajo, son aquellas que sin remilgo limpian lo que nadie más quiere ver, desde sudor y lágrimas hasta sangre y cualquier otro fluido que pueda producir el cuerpo humano.
Pero esas manos son sobre todo, la extensión del afecto, de ese que sólo puede traducirse en cuidado, en un cuidado hecho de caricias, pero también de ánimo, de puños cerrados para transmitir fuerza en los momentos más dolorosos y de miedo, y de palmas abiertas que se despiden de tí con emoción y nostalgia cuando dejas de verlas.
Son aquellas manos las que sirven de puente, muchas veces, hacia la vida y hacia la muerte y aunque poco se diga, haciéndolo la mayoría de las veces con un amor que hasta que no lo ves no te lo crees.
Son las manos de la enfermería. De todas esas personas maravillosas que han decidido dedicarse a una profesión que, a mis ojos, está hecha de más vocación que cualquier otra.
Yo hoy, como cada año, celebro este día, porque he tenido la suerte inmensa de conocer enfermeras y enfermeros que incluso en muchos momentos, sin estar ni una pizca de mal, me han dado la vida. Es que sin lo que me han acompañado, enseñado, aguantado, escuchado, abrazado, mimado, como profesionales y como amigas (también algún amigo) yo de verdad que hoy no entendería, ni sería, como psicóloga y como mujer, mucho de lo que entiendo y de lo que soy.
Sois grandes y magníficas. Gracias!!
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